Biografia

Sin duda alguna, Los Brincos merecen figurar en un lugar preeminente en la historia de la música moderna hispana. Sobre todo, porque consiguieron revolucionar una, por entonces, anquilosada industria a partir de un nuevo concepto de conjunto musical que apostaba por una imagen de marca clara, composiciones propias y serias aspiraciones de internacionalización.

Todo comenzó a gestarse tras el encuentro entre Fernando Arbex y Juan Pardo, dos figuras emergentes del pop y el rock español de los primeros años 60. Ambos habían formado parte de dos de las bandas pioneras de la época. El primero, de Los Estudiantes, y, el segundo, de Los Vándalos, Los Teleko y Los Pekenikes. Convencidos de que era necesario crear un conjunto profesional con aspiraciones, reclutaron para completar el cuarteto, a Manolo González (ex de Los Estudiantes) y Antonio Morales, más conocido como Junior, que hasta entonces había militado en Los Jumps y Los Pekenikes.  Tanto Arbex como Pardo, pese a su juventud, gozaban de buenos contactos en la industria musical española. Uno de ellos, Luis Sartorius (también, antes, en Los Estudiantes), trabajaba para Zafiro, sello prestigioso que pensaba lanzar una nueva marca para grupos noveles: Novola.

En apenas unos meses, y gracias al apoyo innegable de Sartorius, Esteban García (Zafiro) y Fernando García de la Vega (pionero de la televisión en España y artífice de, entre otros espacios, Escala en Hi-Fi) Los Brincos irrumpen de manera increíble en el mercado musical español. Lo hacen a través de una llamativa campaña de mercadotecnia, y merced a una colección de canciones que pronto se ven publicitadas en todos y cada uno de los medios de comunicación ibéricos. Prácticamente finalizando el año 1964, ven la luz dos sencillos, dos epés y un elepé. La llamada “Brincosis”, con sus capas españolas y sus cascabeles en los zapatos como imagen de marca, había llegado para quedarse y, sobre todo, para convertirse en competencia directa (netamente hispana) de bandas foráneas como The Beatles. Las lúcidas melodías ideadas, en combinación con la correctísima combinación de aquellas cuatro voces, impactaron, tanto en el respetable, como en la crítica. Aquellas primeras composiciones, que iban de la balada más tierna al riff más pegadizo, y que deambulaban entre el inglés y el castellano, y entre las que se encontraban "Flamenco", "Dance" “The Pulga”, "Cry" o "I’m Not Bad", habían sido registradas en un magnetófono de dos pistas, en Madrid, bajo la atenta mirada de la asesora musical Maryní Callejo (para muchos, “el quinto Brinco”). En pocos meses, más en concreto, en abril de 1965, "Flamenco" llegaba al número uno de las listas. Inmediatamente, el cuarteto se trasladó a los estudios Saar, de Milán, para grabar la segunda tanda de canciones que debería integrar, tanto un nuevo elepé, como los diversos epés y sencillos que estaban por llegar. El resultado conseguido, sin duda, no decepcionó a nadie.

Títulos como "Mejor", "Tú me dijiste adiós", Borracho" (los tres también se convirtieron en número uno), "A mí con esas" o la frenética "I Try to Find" mantuvieron a Los Brincos, en los primeros puestos de la primera división musical española e hicieron de ellos, un referente para muchos de las nuevas formaciones que surgían. Mientras tanto, el grupo trató de conquistar mercados foráneos, editando versiones de sus temas en francés, inglés e italiano (incluso sirviendo piezas exclusivas en aquellos lares, como el "Pareces Gitana" que apareció en el elepé distribuido en Italia), y publicando sus referencias, tanto en esos mercados, como en otros como el alemán, americano, holandés e, incluso, japonés.

Este proceso de internacionalización, no obstante, no acabó de cuajar, pese a que el conjunto persistió en intentar el asalto, hasta su disolución definitiva. Eso sí, en casa las composiciones del cuarteto se convertirían en algunas de las más cotizadas. Voces tan populares como las de Rocío Dúrcal o Marisol solicitaban los servicios creativos de la banda. Además, fuera de nuestras fronteras (sobre todo en Latinoamérica), comenzaban a proliferar sus versiones. No obstante, justo cuando Los Brincos se encontraban en su mejor momento, una noticia paralizó a la juventud española. Numerosas diferencias de parecer entre Arbex y Juan condenaban al grupo a la disolución.

Sin duda, el excesivo protagonismo que Fernando trataba de acumular, de cara a la opinión pública, acabó con la paciencia de un Pardo que, además, ya no compartía los planes de futuro de Arbex. Poco antes de la separación, no obstante, veía la luz uno de los epés más vendidos del conjunto: el integrado por la increíble "Renacerá", "Un Sorbito de Champagne" (que se colocó en lo más alto de las listas), "Giulietta" y "Tú en mí". 1966 llegaba a su fin, y pese a que Juan y Junior plantearon la desaparición definitiva de Los Brincos, el hecho de que Fernando se hubiera hecho con los derechos de la marca hizo posible que nacieran lo que se dio en llamar, en la época, “Los nuevos Brincos”, mientras Pardo y Morales iniciaban, por su parte, una exitosa carrera musical, en dura pugna con el cuarteto y, además, compartiendo sello discográfico. De esta manera, corre el año 1967 cuando entran a formar parte del grupo Ricky Morales (hermano de Junior) y Vicente Martínez (ambos de Los Shakers).

A partir de entonces, Arbex toma las riendas del proyecto (aunque, eso sí, el resto de los integrantes también colabora activamente en todos los procesos), y convence a Zafiro-Novola para que la siguiente remesa de creaciones sean registradas en varios de los estudios más prestigiosos de Londres: Abbey Road, Pye, Decca, Olimpic. Además, Fernando se hace con los servicios del conocido productor musical Larry Page (The Kinks, The Troggs), para que se encargue de promocionar a la banda en tierras británicas (un enésimo intento que volvió a fracasar). Las nuevas creaciones de Los Brincos, aunque fue la dulce "Lola" la que consiguió un éxito más contundente, bebían claramente de los sonidos británicos más recomendables, a partir de riffs que recordaban a mitos como The Who. "El Pasaporte", "The train", la cruda y mágica "Nadie te quiere ya" o "So good to dance" forman parte de aquella recomendable cosecha que, en 1968, quedó recopilada en el tercer álbum del conjunto, un "Contrabando" cuya portada, de espíritu netamente “Pop” fue realizada por Iván Zulueta. Aquel 1968, otro de los hermanos Morales, Miguel (que venía de tocar la guitarra con Juan & Junior), ingresó en el cuarteto para sustituir a Vicente Martínez.

Ese mismo año, el grupo siguió editando, en formato sencillo, buena parte del material grabado en Londres. Pese a que entre aquellos temas se encontraban la mágica "Érase una vez" (injustamente relegada a la cara B del vinilo "Amiga Mía"), el grupo parecía perder fuelle con respecto al fervor popular otrora suscitado. 1969 vio la incorporación de un nuevo elemento, que se convirtió en el quinto Brinco.

Se trataba del teclista colombiano Óscar Lasprilla, que venía de triunfar en su país, merced a proyectos tan interesantes como Speakers, Ampex o Time Machine. Ese mismo año, el grupo tan sólo había editado dos singles, encabezados por "Las alegres chicas de San Diego" y "¡Oh, mamá!". Mientras tanto, Arbex ideaba un golpe de efecto que acabó desconcertando a propios y extraños: un disco conceptual de rock progresivo, en las antípodas de lo que el gran público consideraba que debía ser el “sonido Brincos”. Así pues, el quinteto viajó hasta los Wessex Sound Studios de Londres para, con la ayuda de Augusto Algueró, registrar una obra magna que tendría dos versiones: una, llamada "Mundo, Demonio y Carne", para el mercado hispano, y otra, "World, Devil & Body, para el resto del mundo.

En la conquista de aquellos nuevos horizontes, no obstante, el grupo no contó con la connivencia de unos mandamases de Zafiro-Novola, escandalizados ante composiciones tan arriesgadas (la duración de la pieza inicial superaba los 12 minutos), de manera que la compañía apenas apoyó la promoción del proyecto. Es más, incluso decidió censurar la portada, un diseño de Claudio Bravo en el que los integrantes de la banda aparecían desnudos.

La carpeta final incluía una especie de cerebro en descomposición que no acabó de convencer a nadie. Años después (en 1997), Arbex editaría, con el apoyo de Arcade, la que él consideraba la versión definitiva de aquel cuarto larga duración de Los Brincos, con la portada original, así como varios cambios en la estructura.

La incomprensión con que se toparon Arbex y los suyos, con respecto a aquel intento por modernizar la filosofía Brincos dejó herido de muerte un proyecto que dejaría de existir en 1971. Aquel año, tan sólo vio la luz un sencillo, el compuesto por "Más alegre" y "Story of Glory". No obstante, poco quedaba de la ilusión inicial de una aventura que comenzó a rodar siete años antes.


Su historia por Moncho Alpuente y Gran Wyoming





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