RHYTHM AND BLUES


El Rhythm and Blues (abreviado por sus siglas R&B) o jumping music es un género musical derivado en su origen del jazz, el gospel y el blues. El término musical fue introducido en Estados Unidos en 1949 por Jerry Wexler de la revista Billboard.1 Sustituyó al término conocido como «race records» (grabaciones de raza), considerado ofensivo para la posguerra mundial2 así como para la categoría de Billboard «Harlem Hit Parade» en junio de 1949, y principalmente era usado para identificar el género musical que más tarde se desarrollaría en forma de rock and roll. El R&B original, conocido hoy como rhythm and blues clásico, ha evolucionado tomando dos vertientes populares una conocida como rhythm and blues contemporáneo y otra que no tiene prácticamente relación con el subgénero rhythm and blues mainstream.

Sin la existencia de la guitarra eléctrica y los micrófonos no hubiera resultado fácil esta transformación que convirtió al blues rural en urbano y posteriormente en rhythm and blues. Ritmo y blues son dos palabras que por sí solas explican los nuevos parámetros en que se movía esta música. Además de los acentos negros se necesitaba estar al ritmo de la vida urbana. Las bandas de jazz de los treinta y cuarenta encontraron también un filón en la música negra de baile y muchos de los éxitos de la era de las grandes bandas estaban originados en temas negros. Pero el rhythm and blues inicial caminaba por otros derroteros.

Era imposible pensar que los grandes sellos nacionales iban a ocuparse de un nuevo estilo que tan sólo se escuchaba en locales abarrotados de negros en los suburbios de Chicago. No obstante, por suerte para esta música, y posteriormente para el rock and roll, empezaron a nacer sellos pequeños que explotaban sabiamente los huecos que dejaban las grandes. En Chicago nació la Chess Record, en Cincinnati la King, en Los Angeles Specialty y en cada ciudad con una comunidad negra más o menos numerosa había sellos menores que luego irían fundiéndose, absorbiéndose o vendiéndose con armas y bagajes a las grandes. Lo curioso es que por aquel entonces la mayor parte de estos sellos no estaban en manos de negros sino de judíos. Hasta finales de los cincuenta, cuando Berry Gordy creó la Motown en Detroit, no hubo ningún sello negro de auténtica importancia.

 Chess Records fue creada en 1950 por dos emigrantes de origen polaco, Leonard y Phil Chess, en Chicago. Habían llegado a la ciudad en los últimos años veinte y se habían metido en el negocio de los bares y tabernas. Contrataban a muchos músicos negros y, cuando vieron las posibilidades del negocio, pusieron dinero en un pequeño sello local, Aristocrat Records, que acabaron comprando y bautizando con su propio apellido en 1950. Entre sus primeros artistas estaban Muddy Waters, Howlin’ Wolf y, sobre todo, Willie Dixon, un hombre fundamental para el desarrollo de su sello. Dixon era bajista de sesión, arreglista y compositor, que poseía un raro talento para componer temas comerciales.

Cuando apareció el rock and roll y empezó el predominio de los Elvis, Holly, Cochram o Lee Lewis, los jóvenes americanos blancos empezaron a alejarse de formas tan broncas y primitivas de entender la música como era el r&b y prefirieron artistas negros como Sam Cooke y toda la nueva generación de baladistas, lo que hizo suponer a muchos que Muddy Waters y toda su generación, cumplida su misión de puente entre dos épocas y dos culturas, debía desaparecer para dejar paso a la nueva música. Si no fue así, se debe a las audiencias británicas. Su primera gira por Inglaterra fue en 1958 y allí se dio cuenta de que todo el prestigio que parecían haber perdido en América era aquí respeto extremo por sus formas musicales. Cuando los Rolling Stones decidieron titularse así, la idea de su nombre la tomaron de una canción de Muddy Waters, lo que le hizo confesar una vez al viejo bluesman: “Me robaron mi música, pero me devolvieron el nombre”.

Y efectivamente, fue Inglaterra el país que mejor adoptó a Muddy Waters y otros artistas de rhythm and blues y fueron gentes como los Beatles y los Rolling quienes devolvieron a los músicos de color americanos el orgullo por su buena obra y demostraron que las raíces de todos los éxitos blancos estaban en aquellos pioneros de color. Años después, la industria americana le premiaría con diversos premios Grammy, pero el primero no llegaría hasta 1971, con el álbum «They call me Muddy Waters». También él dio la alternativa a músicos blancos. En los sesenta grabó en América con acompañantes como Paul Butterfield y Mike Bloomfield y, en el 72, realizó las «London Muddy Waters Sessions» con lo más granado del blues británico. Prueba de su prestigio fue su aportación a «The last waltz», el álbum y película de despedida de The Band, donde cantaron famosos artistas del momento.





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